martes, 8 de abril de 2008

''Los objetores escolares'', pedantemente llamados 'Alumnos de conductas disruptivas

OPINION · LUIS AZCARATE en DDN 29 Nov La extensión de la escolarización obligatoria, establecida por la LOGSE, es el logro más apreciado del progresismo educativo. Sin embargo, tras una década de aplicación, hay que denunciar bien alto que la uniformidad de la enseñanza obligatoria constituye en la práctica una amenaza insalvable para la convivencia escolar.


Un porcentaje nada desdeñable de adolescentes se muestran completamente refractarios a la institución educativa. Sienten el colegio o el instituto como una cárcel, como un campo de concentración en que se les tortura diariamente. En el mejor de los casos reaccionan con la objeción estudiantil: se niegan a aprender. Pero con mucha mayor frecuencia se convierten en enemigos del sistema, y se dedican a boicotear las actividades lectivas, a hostigar a los profesores, a maltratar a los compañeros, a dinamitar la convivencia escolar.

Va siendo hora de que, dejando de lado demagógicos planteamientos igualitaristas, se proceda a diversificar la oferta educativa. Probablemente resultará más cara y compleja que la fantasmagórica «atención a la diversidad» actualmente vigente. Pero hay que intentar que cada alumno encuentre su lugar bajo el sol escolar, sin imponerle por la fuerza un presunto derecho contra el que se rebela abiertamente. Sólo así dejará de ser un potencial activista violento y podrá convertirse en sujeto positivo de convivencia.

La escuela "casa de tocame Roque"
Pero la convivencia en las aulas no podrá afianzarse mientras no se redefina adecuadamente la misión de la institución escolar. De un tiempo a esta parte la escuela se ha convertido en lo que algunos llaman «espacio privilegiado de convivencia» y otros denominan, con más precisión, casa de tócame Roque. En no pocas ocasiones, los centros docentes apenas son otra cosa que guarderías indiscriminadas. Y así nos va. El mismo José Saramago advertía recientemente que la escuela está para «instruir», y que «se ha sustituido de manera errónea la palabra "instrucción" por "educación"», con las funestas consecuencias que todos lamentamos.

Cuando uno va al circo, paga para que le entretengan. Pero si ingresa en un hospital, lo que pide son expertos cirujanos, no cómicos que le cuenten chistes. De igual manera, quien cruza los umbrales de un centro docente, debe tener muy claro que allí se va a aprender, que el aprendizaje es costoso pero liberador, y que la instrucción sólo puede conseguirse en condiciones de tranquilidad, de sosiego y de respeto mutuo. Mientras esto no se tenga en cuenta -y quienes deben comprenderlo antes que nadie son los miembros de la Comisión de Escolarización- el edificio de la convivencia escolar carecerá de cimientos sólidos.
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